Esa serenidad
con la que me rodeas
y me aquietas,
¿con qué la perderé?
Si cuando cruzo
la calle y observo al indigente
en la esquina,
prefiero huirle y dejarle de lado.
¿Es que no entiende
que debe trabajar y todo lo quiere
regalado?
Esa serenidad
con la que me rodeas
y me aquietas,
¿con qué la perderé?
Si hago ayuno,
doy limosna y pertenezco a un grupo
en la Iglesia, y
soy tan santo que deberían verme.
¿Es que está mal
que sea mejor que otros y logre
sobresalir siempre?
Esa serenidad
con la que me rodeas
y me aquietas,
¿con qué la perderé?
Si voy a misa
y cada día comulgo con devoción,
y participo
de las actividades pastorales.
¿Es que es pecado
que haga vida social y solo busque
nuevas amistades?
Esa serenidad
con la que me rodeas
y me aquietas,
¿con qué la perderé?
Gracias, mi Dios,
porque no soy como los demás,
ni como ese neopublicano
que se atreve a venir al sagrario.
Fotografía por Jon Tyson / unsplash.com