
La misma suerte
Coronado,
escupido y burlado,
enajenado, azotado e
inocente.
Allí estaba
esperando la sentencia
en la picota, como bandido
sin suerte.
Crucifíquenle,
decía la muchedumbre;
no es rey nuestro, decían
los sacerdotes.
Allí estaba
como víctima inocente
esperando el desprecio de
todos ellos.
No entendieron
que Dios se había encarnado,
tan humano, como cualquiera
de nosotros.
Hoy también
se encarna en el hermano
y vuelve a sufrir de nuevo
la misma suerte.

